Desde pequeño, Agustín, dio muestras de una inteligencia excepcional. A los doce años fue enviado a una escuela de gramática en Madaura, la actual Mdaourouch, para proseguir sus estudios. A la edad de 16 años, Agustín regresa a Tagaste, en donde pronto cayó en malas compañías. Patricio murió para ese entonces y un hombre rico de la ciudad pagó los gastos para que Agustín estudiase en la gran ciudad de Cartago. Aplicándose ahora vehementemente, el joven pronto alcanzó hasta ocupar el primer lugar en la escuela de retórica. Su mente era despierta y se desarrollaba con rapidez; pero, posteriormente, escribe que los motivos que le impulsaban a estudiar eran los poco valederos de la ambición y la vanidad. En Cartago trabó relaciones con una mujer a la cual mantuvo a su lado durante más de treinta años. Antes de tener veinte años ya era padre de un niño al cual llamó Adeodatus, nombre que significa dado por Dios.
Muchas personas influyeron en la conversión de Agustín ; especial mención merece San Ambrosio, obispo de Milán. Su influencia no estuvo tanto en un contacto personal, cuanto en su predicación , que lo llevó a descubrir cuán diferente era la fe cristiana de lo imaginado por él. Ambrosio con sus sermones le enseñó a interpretar los textos bíblicos, y a meterle algunas ideas totalmente nuevas: "Me di cuenta, con frecuencia, al oír predicar a nuestro obispo… que cuando pensamos en Dios o el alma, que es lo más cercano a Dios en el mundo, nuestros pensamientos no captan nada material ". La lectura de los libros de los filósofos platónicos le dio una penetración más profunda en el mundo del espíritu, y esos escritos le dieron la respuesta al cadente problema del mal. Algunos amigos le refirieron relatos ejemplares de personas importantes convertidas a la fe cristiana. Así llegó Agustín a la bien conocida crisis personal en el jardín de su residencia de Milán. Allí oyó una voz procedente de una casa vecina, cantando como si fuera un niño o niña, repitiendo una y otra vez: "Toma y lee, toma y lee". Él interpretó aquellas palabras como si fueran un mandato divino, abrió la Biblia y leyó el primer pasaje que se ofreció a sus ojos: "Nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos ; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias". (Rom. 13, 13-14). Al momento toda sombra de duda desapareció. No fue meramente accidental el que un texto del gran convertido, el Apóstol Pablo, fuera el núcleo de la conversión de Agustín . La influencia de Pablo en Agustín continuó a lo largo de toda su vida. Bajo muchos aspectos su teología y espiritualidad rezuman influencia paulina; por ejemplo, la relación entre ley y gracia, las consecuencias del pecado original, el paralelismo entre Adán y Cristo, y el tema del Cuerpo Místico de Cristo. Después de las vacaciones del 386 Agustín dijo adiós al profesorado, y se retiró a la campiña , a Casiciaco, para dedicarse a estudiar, a escribir y a prepararse al bautismo. En la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo de manos de Ambrosio, juntamente con su hijo Adeodato y su amigo Alipo. Agustín, como él mismo nos cuenta, había dado el salto: "¿Por qué confías en ti mismo, sólo para convencerte de que no ofreces garantía de seguridad ? Arrójate en sus brazos, no tengas miedo. El no se Echará a un lado para que caigas. Da el salto sin vacilación : El te abrazará y te curará".
Muchas personas influyeron en la conversión de Agustín ; especial mención merece San Ambrosio, obispo de Milán. Su influencia no estuvo tanto en un contacto personal, cuanto en su predicación , que lo llevó a descubrir cuán diferente era la fe cristiana de lo imaginado por él. Ambrosio con sus sermones le enseñó a interpretar los textos bíblicos, y a meterle algunas ideas totalmente nuevas: "Me di cuenta, con frecuencia, al oír predicar a nuestro obispo… que cuando pensamos en Dios o el alma, que es lo más cercano a Dios en el mundo, nuestros pensamientos no captan nada material ". La lectura de los libros de los filósofos platónicos le dio una penetración más profunda en el mundo del espíritu, y esos escritos le dieron la respuesta al cadente problema del mal. Algunos amigos le refirieron relatos ejemplares de personas importantes convertidas a la fe cristiana. Así llegó Agustín a la bien conocida crisis personal en el jardín de su residencia de Milán. Allí oyó una voz procedente de una casa vecina, cantando como si fuera un niño o niña, repitiendo una y otra vez: "Toma y lee, toma y lee". Él interpretó aquellas palabras como si fueran un mandato divino, abrió la Biblia y leyó el primer pasaje que se ofreció a sus ojos: "Nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos ; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias". (Rom. 13, 13-14). Al momento toda sombra de duda desapareció. No fue meramente accidental el que un texto del gran convertido, el Apóstol Pablo, fuera el núcleo de la conversión de Agustín . La influencia de Pablo en Agustín continuó a lo largo de toda su vida. Bajo muchos aspectos su teología y espiritualidad rezuman influencia paulina; por ejemplo, la relación entre ley y gracia, las consecuencias del pecado original, el paralelismo entre Adán y Cristo, y el tema del Cuerpo Místico de Cristo. Después de las vacaciones del 386 Agustín dijo adiós al profesorado, y se retiró a la campiña , a Casiciaco, para dedicarse a estudiar, a escribir y a prepararse al bautismo. En la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo de manos de Ambrosio, juntamente con su hijo Adeodato y su amigo Alipo. Agustín, como él mismo nos cuenta, había dado el salto: "¿Por qué confías en ti mismo, sólo para convencerte de que no ofreces garantía de seguridad ? Arrójate en sus brazos, no tengas miedo. El no se Echará a un lado para que caigas. Da el salto sin vacilación : El te abrazará y te curará".
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