lunes, 27 de abril de 2009
Vida de San Agustin
Infancia de San Agustin
San Agustín estaba dotado de una gran imaginación y de una extraordinaria inteligencia. Se destacó en el estudio de las letras. Mostró un gran interés hacia la literatura, especialmente la griega clásica y poseía gran elocuencia. Sus primeros triunfos tuvieron como escenario Madaura y Cartago. Durante sus años de estudiante en Cartago desarrolló una irresistible atracción hacia el teatro. Al mismo tiempo, gustaba en gran medida de recibir halagos y la fama, que encontró fácilmente en aquellos primeros años de su juventud. Allí mismo en Cartago se destacó por su genio retórico y sobresalió en concursos poéticos y certámenes públicos. Aunque se dejaba llevar ciegamente por las pasiones humanas y mundanas, y seguía abiertamente los impulsos de su espíritu sensual y mujeriego, no abandonó sus estudios, especialmente los de filosofía. El propio Agustín hace una crítica muy dura y amarga de esta etapa de su juventud en sus Confesiones.
En su búsqueda incansable de respuesta al problema de la verdad, Agustín pasa de una escuela filosófica a otra sin que encuentre en ninguna una verdadera respuesta a sus inquietudes. Finalmente abraza el maniqueísmo creyendo que en este sistema encontraría un modelo según el cual podría orientar su vida. Varios años siguió esta doctrina y solamente la abandonó después de hablar con el obispo Fausto. Ante tal decepción, se convenció de la imposibilidad de llegar a alcanzar la plena verdad, y por ello se hizo escéptico.
Un día San Agustín paseaba por la orilla del mar, dándole vueltas en su cabeza a muchas de las doctrinas sobre la realidad de Dios, una de ellas la doctrina de la Trinidad. De repente, alza la vista y ve a un hermoso niño, que está jugando en la arena, a la orilla del mar. Le observa más de cerca y ve que el niño corre hacia el mar, llena el cubo de agua del mar, y vuelve donde estaba antes y vacía el agua en un hoyo. Así el niño lo hace una y otra vez. Hasta que ya San Agustín, sumido en gran curiosidad se acerca al niño y le pregunta: "Oye, niño, ¿qué haces?" Y el niño le responde: " Estoy sacando todo el agua del mar y la voy a poner en este hoyo". Y San Agustín dice: "Pero, eso es imposible". Y el niño responde: "Más imposible es tratar de hacer lo que tú estas haciendo: Tratar de comprender en tu mente pequeña el misterio de Dios".
Sumido en una gran frustración personal, decide en 383 partir para Roma, la capital del Imperio. Su madre le acompaña en este viaje. En Roma enferma de gravedad y gracias a su amigo y protector Símaco, prefecto de Roma fue nombrado "magister rhetoricae" en Mediolanum (actual Milán).
Juventud de San Agustin
Muchas personas influyeron en la conversión de Agustín ; especial mención merece San Ambrosio, obispo de Milán. Su influencia no estuvo tanto en un contacto personal, cuanto en su predicación , que lo llevó a descubrir cuán diferente era la fe cristiana de lo imaginado por él. Ambrosio con sus sermones le enseñó a interpretar los textos bíblicos, y a meterle algunas ideas totalmente nuevas: "Me di cuenta, con frecuencia, al oír predicar a nuestro obispo… que cuando pensamos en Dios o el alma, que es lo más cercano a Dios en el mundo, nuestros pensamientos no captan nada material ". La lectura de los libros de los filósofos platónicos le dio una penetración más profunda en el mundo del espíritu, y esos escritos le dieron la respuesta al cadente problema del mal. Algunos amigos le refirieron relatos ejemplares de personas importantes convertidas a la fe cristiana. Así llegó Agustín a la bien conocida crisis personal en el jardín de su residencia de Milán. Allí oyó una voz procedente de una casa vecina, cantando como si fuera un niño o niña, repitiendo una y otra vez: "Toma y lee, toma y lee". Él interpretó aquellas palabras como si fueran un mandato divino, abrió la Biblia y leyó el primer pasaje que se ofreció a sus ojos: "Nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos ; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias". (Rom. 13, 13-14). Al momento toda sombra de duda desapareció. No fue meramente accidental el que un texto del gran convertido, el Apóstol Pablo, fuera el núcleo de la conversión de Agustín . La influencia de Pablo en Agustín continuó a lo largo de toda su vida. Bajo muchos aspectos su teología y espiritualidad rezuman influencia paulina; por ejemplo, la relación entre ley y gracia, las consecuencias del pecado original, el paralelismo entre Adán y Cristo, y el tema del Cuerpo Místico de Cristo. Después de las vacaciones del 386 Agustín dijo adiós al profesorado, y se retiró a la campiña , a Casiciaco, para dedicarse a estudiar, a escribir y a prepararse al bautismo. En la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo de manos de Ambrosio, juntamente con su hijo Adeodato y su amigo Alipo. Agustín, como él mismo nos cuenta, había dado el salto: "¿Por qué confías en ti mismo, sólo para convencerte de que no ofreces garantía de seguridad ? Arrójate en sus brazos, no tengas miedo. El no se Echará a un lado para que caigas. Da el salto sin vacilación : El te abrazará y te curará".
San Agustin, Obispo de Hipona
El año 395, San Agustín fue consagrado obispo coadjutor de Valerio. Poco después murió este último y el santo le sucedió en la sede de Hipona. Procedió inmediatamente a establecer la vida común regular en su propia casa y exigió que todos los sacerdotes, diáconos y subdiáconos que vivían con él renunciasen a sus propiedades y se atuviesen a las reglas. Por otra parte, no admitía a las órdenes sino a aquellos que aceptaban esa forma de vida. San Posidio, su biógrafo, cuenta que los vestidos y los muebles eran modestos pero decentes y limpios. Los únicos objetos de plata que había en la casa eran las cucharas; los platos eran de barro o de madera. El santo era muy hospitalario, pero la comida que ofrecía era frugal; el uso mesurado del vino no estaba prohibido. Durante las comidas, se leía algún libro para evitar las conversaciones ligeras. Todos los clérigos comían en común y se vestían del fondo común. Como lo dijo el Papa Pascual XI, "San Agustín adoptó con fervor y contribuyó a regularizar la forma de vida común que la primitiva Iglesia había aprobado como instituida por los Apóstoles". El santo fundó también una comunidad femenina. A la muerte de su hermana, que fue la primera "abadesa", escribió una carta sobre los primeros principios ascéticos de la vida religiosa. En esa epístola y en dos sermones se halla comprendida la llamada "Regla de San Agustín", que constituye la base de las constituciones de tantos canónigos y canonesas regulares. El santo obispo empleaba las rentas de su diócesis, como lo había hecho antes con su patrimonio, en el socorro de los pobres. Posidio refiere que, en varias ocasiones, mandó fundir los vasos sagrados para rescatar cautivos, como antes lo había hecho San Ambrosio. San Agustín menciona en varias de sus cartas y sermones la costumbre que había impuesto a sus fieles de vestir una vez al año a los pobres de cada parroquia y, algunas veces, llegaba hasta a contraer deudas para ayudar a los necesitados. Su caridad y celo por el bien espiritual de sus prójimos era ilimitado. Así, decía a su pueblo, como un nuevo Moisés o un nuevo San Pablo: "No quiero salvarme sin vosotros". "¿Cuál es mi deseo? ¿Para qué soy obispo? ¿Para qué he venido al mundo? Sólo para vivir en Jesucristo, para vivir en El con vosotros. Esa es mi pasión, mi honor, mi gloria, mi gozo y mi riqueza".
Pocos hombres han poseído un corazón tan afectuoso y fraternal como el de San Agustín. Se mostraba amable con los infieles y frecuentemente los invitaba a comer con él; en cambio, se rehusaba a comer con los cristianos de conducta públicamente escandalosa y les imponía con severidad las penitencias canónicas y las censuras eclesiásticas. Aunque jamás olvidaba la caridad, la mansedumbre y las buenas maneras, se oponía a todas las injusticias sin excepción de personas. San Agustín se quejaba de que la costumbre había hecho tan comunes ciertos pecados que, en caso de oponerse abiertamente a ellos, haría más mal que bien y seguía fielmente las tres reglas de San Ambrosio: no meterse a hacer matrimonios, no incitar a nadie a entrar en la carrera militar y no aceptar invitaciones en su propia ciudad para no verse obligado a salir demasiado. Generalmente, la correspondencia de los grandes hombres es muy interesante por la luz que arroja sobre su vida y su pensamiento íntimos. Así sucede, particularmente con la correspondencia de San Agustín. En la carta quincuagésima cuarta, dirigida a Januario, alaba la comunión diría, con tal de que se la reciba dignamente, con la humildad con que Zaqueo recibió a Cristo en su casa; pero también alaba la costumbre de los que, siguiendo el ejemplo del humilde centurión, sólo comulgan los sábados, los domingos y los días de fiesta, para hacerlo con mayor devoción. En la carta a Ecdicia explica las obligaciones de la mujer respecto de su esposo, diciéndole que no se vista de negro, puesto que eso desagrada a su marido y que practique la humildad y la alegría cristianas vistiéndose ricamente por complacer a su esposo. También la exhorta a seguir el parecer de su marido en todas las cosas razonables, particularmente en la educación de su hijo, en la que debe dejarle la iniciativa. En otras cartas, el santo habla del respeto, el afecto y la consideración que el marido debe a la mujer. La modestia y humildad de San Agustín se muestran en su discusión con San Jerónimo sobre la interpretación de la epístola a los Gálatas. A consecuencia de la pérdida de una carta, San Jerónimo, que no era muy paciente, se dio por ofendido. San Agustín le escribió: "Os ruego que no dejéis de corregirme con toda confianza siempre que creáis que lo necesito; porque, aunque la dignidad del episcopado supera a la del sacerdocio, Agustín es inferior en muchos aspectos a Jerónimo". El santo obispo lamentaba la actitud de la controversia que sostuvieron San Jerónimo y Rufino, pues temía en esos casos que los adversarios sostuviesen su opinión más por vanidad que por amor de la verdad. Como él mismo escribía, "sostienen su opinión porque es la propia, no porque sea la verdadera; no buscan la verdad, sino el triunfo".
Obras de San Agustin
· Actas del debate con el maniqueo Fortunato
· Actas del debate con el maniqueo Félix
· Actas del debate con el donatista Emérito
· Actas del proceso a Pelagio
· La adivinación diabólica
· Anotaciones al libro de Job.
· A Orosio, contra los priscilianistas y origenistas
· La bondad del matrimonio
· La bondad de la viudez
· Carta a los católicos sobre la secta donatista (La unidad de la Iglesia)
· Cartas (1º) 1-123
· Cartas (2º) 124-187
· Cartas (3º) 188-270
· La catequesis a principiantes
· La ciudad de Dios
· Contra la mentira
· Contra los académicos
· El combate cristiano
· Comentario al Génesis en réplica a los maniqueos
· Comentario literal al Génesis
· Comentario literal al génesis ( incompleto)
· Comentarios a los salmos ( 1º) 1-40
· Comentarios a los salmos ( 2º) 41-75
· Comentarios a los salmos ( 3º) 76-117
· Comentarios a los salmos ( 4º) 118-150
· Concordancia de los evangelistas
· Las confesiones
· Consecuencias y perdón de los pecados, y el bautismo de los niños
· La continencia
· La corrección y la gracia
· De las costumbres de la Iglesia Católica y de las costumbres de los maniqueos
· Cuestiones diversas a Simpliciano
· Cuestiones sobre el Heptateuco
· Debate con Maximino, obispo arriano
· La devastación de Roma
· La Dialéctica
· Diecisiete pasajes del Evangelio de Mateo
· La dimensión del alma
· La doctrina cristiana
· El don de la perseverancia
· Las dos almas del hombre
· El espejo de la Sagrada Escritura
· El espíritu y la letra
· Exposición de algunos textos de la Carta a los Romanos
· Exposición de la Carta a los Gálatas
· Exposición incoada de la carta a los Romanos
· La fe en lo que no se ve
· La fe y el Símbolo de los apóstoles
· La fe y las obras
· La gracia de Jesucristo y el pecado original
· La gracia y el libre albedrío
· Las herejías, dedicado a Quodvultdeo
· La inmortalidad del alma
· El libre albedrío
· Locuciones del Heptatéuco
· El maestro
· Manual de fe, esperanza y caridad
· El matrimonio y la concupiscencia
· Mensaje a los donatistas después de la Conferencia
· La mentira
· La música
· La naturaleza del bien
· La naturaleza y la gracia
· Naturaleza y origen del alma
· Ochenta y tres cuestiones diversas
· Ocho cuestiones del Antiguo Testamento
· El orden
· La paciencia
· La perfección de la justicia del hombre
· La piedad con los difuntos
· La predestinación de los santos
· Regla a los siervos de Dios
· Réplica a Adimanto, discípulo de Manés
· Réplica a Fausto, el maniqueo
· Réplica a Gaudencio, obispo donatista
· Réplica a Juliano
· Réplica a Juliano (obra inacabada)
· Réplica a la carta de Manés, llamada “del Fundamento”
· Réplica a la carta de Parmeniano
· Réplica a las cartas de Petiliano
· Réplica a las dos cartas de los pelagianos
· Réplica al adversario de la Ley y los Profetas
· Réplica al gramático Cresconio, donatista
· Respuesta a las ocho preguntas de Dulcicio
· Respuesta al maniqueo Secundino
· Réplica al sermón de los arrianos
· Réplica a Maximino, obispo arriano
· Resumen del debate con los donatistas
· Las retractaciones
· Salmo contra la secta de Donato
· La santa virginidad
· Sermón a los catecúmenos sobre el Símbolo de los apóstoles
· Sermón a los fieles de la Iglesia de Cesarea
· El Sermón de la Montaña
· Sermón sobre la disciplina cristina
· Sermones ( 1º) 1- 50: Sobre el Antiguo Testamento.
· Sermones ( 2º) 51-116: Sobre los evangelios sinópticos
· Sermones (3º) 117-183: Sobre el Evangelio de San Juan, Hechos y Cartas de los apóstoles
· Sermones (4º) 184-272B: Sobre los tiempos litúrgicos.
· Sermones (5º) 273-338: Sobre los mártires.
· Sermones (6º) 339-396: Sobre temas diversos.
· Soliloquios
· El trabajo de los monjes
· Tratado sobre el bautismo
· Tratado contra los judíos
· Tratados sobre el Evangelio de San Juan (1º) 1-35
· Tratados sobre el Evangelio de San Juan ( 2º) 36-124
· Tratados sobre la primera carta de San Juan
· La Trinidad
· El único bautismo
· Las uniones adulterinas
· La utilidad de la fe
· La utilidad del ayuno
· De La verdadera religión
· La vida feliz
ESCRITOS ATRIBUIDOS
· El amor a Dios
· Combate entre los vicios y las virtudes
· Defensa de Agustín por Próspero de Aquitania
· Debate entre la Iglesia y la Sinagoga
· La escala del Paraíso
· El espíritu y el alma
· La fe, libro dedicado a Pedro
· Los dogmas de la Iglesia
· Manual de elevación espiritual
· Meditaciones
· Salterio (compuesto para su madre)
· Sentencias de San Agustín recopilados por Próspero de Aquitania
· Soliloquios
· Tratado sobre la Asunción de María
Frases de San Agustin
- El que no tiene celos no está enamorado.
- Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas.
- La medida del amor es amar sin medida.
- Da lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta.
- Si precisas una mano, recuerda que yo tengo dos.
- Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama.
- Las lágrimas son la sangre del alma.
- Quien no ha tenido tribulaciones que soportar, es que no ha comenzado a ser cristiano de verdad.
- Los hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar sobre las vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y corregir su propia vida.
- Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos es Dios quien habla con nosotros.
- Es mejor cojear por el camino que avanzar a grandes pasos fuera de él. Pues quien cojea en el camino, aunque avance poco, se acerca a la meta, mientras que quien va fuera de él, cuanto más corre, más se aleja.
- Aprueba a los buenos, tolera a los malos y ámalos a todos.
- El hombre no reza para dar a Dios una orientación, sino para orientarse debidamente a sí mismo.
- Nadie niega a Dios, sino aquel a quien le conviene que Dios no exista.
- Todo el que cree, piensa. Porque la fe, si lo que cree no se piensa, es nula.